lunes, 18 de abril de 2016

¿La ética y la moral del bien común pueden evitar un desastre?

La palabra ¨desastre¨ encierra en su significado ¨un desorden celeste como augurio de desgracias y catástrofes¨, visto desde la naturaleza etimológica de la palabra. Esto nos indica desde luego, que tenemos como simples seres humanos que somos, poco qué hacer ante los designios del cosmos. Y como no somos tanto de una cultura que se dedica a observar los astros, pero sí somos de la que cree en un ¨demiurgo universal¨, el discurso cambia sus palabras claves, de cosmos a Dios.

Sin embargo, a veces es un poco delicado confundir las creencias con las imprudencias. Quizás no sea de creyentes, sino de imprudentes, evitar el cinturón de seguridad al momento de subir a un automóvil. Sin embargo, más de un ¨profesional del volante¨ me ha dicho que no le pasará nada y que se ¨ha encomendado a dios para que nada le suceda¨ para responder a mi inquietud de porqué no usa cinturón de seguridad cuando puede evitar un golpe o le puede salvar la vida misma. 

Hemos llegado a esos niveles, de negar la razón y dejarlo todo en manos de otros o de algo. Así, en días de tristeza y luto nacional, no recordamos algo que hoy es importante entender a cabalidad, y esto también se relaciona con nuestra ¨pérdida de memoria¨ histórica.

El terremoto de Quito ya nos dejó más de mil muertos varias décadas atrás. Quizás no sea culpa de nadie, sino de los astros… ¿O quizás tiene que ver con que ubiquemos nuestro hogar en zonas de riesgo? De ser así, se puede deducir que la pobreza (o mala redistribución de la riqueza) genera la ocupación de lugares no aptos para asentamientos, y que no es culpa de los gobiernos locales la ocupación ilegal de terrenos… ¿será culpa de Dios?  

Pero qué tal si un edificio se cae, en el intervalo de un terremoto, y no necesariamente por la fuerza de la naturaleza, sino por la falta de medidas de seguridad y de control al momento de construir. La compra-venta de firmas, la alcahuetería de los funcionarios encargados de ejercer control, la visión únicamente monetaria de quién paga estas pillerías… todo confluye a que una estructura sea tan endeble y que sin embargo en ella depositemos nuestras vidas.

¿Será que es la Universidad la que debe garantizar ingenieros y arquitectos preocupados por la seguridad de los hogares que construyen? ¿Será que la labor cultural de la Universidad no es únicamente en materia de artes, sino que se trata de algo un poco más estructural y vinculado a las actitudes que deben sembrarse?

Preguntémonos ¿cuánta gente murió por no proceder moral y éticamente al momento de construir? ¿Cuánto dinero habré ganado o me habré ahorrado para que incluso valga la pena sepultar a familias en escombros? Debemos preguntarnos, si la falta de una universidad pública honorable afecta solamente a los estudiantes de turno, o es un problema más grande de lo que parece. Recordemos que su labor es sembrar VALORES, destrezas y conocimientos.

Que estos tristes días sirvan para dar a luz una nueva conciencia que sane tanto dolor con espíritu y con fe en la ética y la moral del bien común. Paz en la tumba de todos nuestrxs hermanxs y que su muerte, en los casos de negligencia en la construcción, no sea en vano, y que nos deje una lección que se transforme en conciencia y prudencia.

Enlace: casa en Ayacucho y García Moreno, en Guayaquil
  Redacción DirCom UNL, abril 2016
RVV/. 

3 comentarios:

  1. Considero que debo puntualizar que los que somos creyentes no por serlo debemos caer en el fanatismo, pues todo fanático es un ser imprudente que no mide las consecuencias que pueden generar sus actos. Una vez aclarado este punto hay que hacer un análisis minucioso de lo que a nivel arquitectónico ocurre en el país cuando los gobiernos municipales de las diferentes ciudades permiten asentamientos humanos sin tomar en cuenta ninguna norma de seguridad básica, hablo de seguridad en el suelo y su resistencia, y no es de sorprenderse pues la sociedad ecuatoriana a veces por congraciarse con sectores populares y por ende totalmente vulnerables permiten invasiones donde los más humildes y desposeídos de la sociedad construyen sus casas sin planificación alguna y los GAD se hacen de la vista gorda con cálculos electoreros, calculando cuantos votos sacarán de esa gente y no respetan ni hacen respetar, por ejemplo algo que consta en una ley es que las viviendas y edificios públicos y privados deben ser construidos con materiales anti sísmicos y lamentablemente quienes pagan las consecuencias son los más pobres como ocurrió en el terremoto del 16 de abril pasado que es una apología a la negligencia de autoridades seccionales básicamente, estoy segura que el daño hubiera sido menos notable si se hubiese actuado con ética y precaución. ¡Ojo! no esto afirmando que no hubiera habido víctimas, lo que manifiesto es que hubiera sido menor el número de fallecidos por causa de este desastre natural.

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    1. Nada más certero que lo que escribes Andrea. en efecto, no se trata de negar las posibilidades que la muerte tiene deparadas para nosotros; se trata de reducir los riesgos. Por ello la analogía con el cinturón de seguridad. Aceptando incluso la existencia de Dios, podemos decir que el uso del cinturón es parte de esa creencia, de haber recibido el suficiente conocimiento para evitar cosas ya previstas. La política de construcción -y ya lo sabíamos- en un lugar tan activo, requiere ser una fortaleza, y no una debilidad. Saludos!

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