Hay dos temas del Festival de la Artes Loja 2016 que, a
una cierta cantidad de gente, dejan con un sabor amargo de boca, de algo que en
realidad debiera vivirse como una fiesta.
En esta ocasión los artistas, la “gente de cultura”, los gestores
del teatro, por más sensibles que sean, no han usado su sensibilidad para
entender qué precio hemos pagado en Loja para que el Festival “sea todo un
éxito”, y casi seguro que, para “no quedar mal”, no dirán ni esta boca es mía.
Así de cobarde es nuestra representación artística.
Lamentamos tener que ser los aguafiestas. Esas dirigencias
juveniles, acostumbradas a sonreír e ir a las reuniones de jóvenes en Quito o
dónde sea; esos liderazgos juveniles que quieren serlo a punta de hermosos
discursos y siempre con una palabra ensalzadora para tenerte cerca; esas
dirigencias que jamás se han atrevido a enfrentar a nadie por principios y
derechos y que serán exactamente iguales a aquellos los mandos medios que hacen lo que sea con
tal de mantener “su metro cuadrado”: esos nada dirán. Sea por miedo o por
conveniencia: callán.
Dos cosas que tenemos que pagar:
a)
La muerte indiscriminada de
fauna urbana, sobre todo de canes.
b)
La inestabilidad de la UNL
para que se construya el Teatro en paz.
Nos vamos a referir brevemente al segundo, que es de nuestro dominio:
Esa misma “gente de
cultura” suele razonar: “mejor que construyan a que no construyan”. Parece
lógico, pero no es de entendidos. El Teatro Universitario es un bien que forma
parte del Patrimonio Cultural Nacional, y por tanto, su tratamiento es
especial, técnico y científico. No se trata de grabar cualquier sonido,
borronear cualquier cartulina, o aprenderse dos estrofas. Hay un peso político
e histórico en el Patrimonio y por ende, hay una Ley de Patrimonio que ha sido
totalmente VIOLADA.
Pero no solo bastó con ocupar el Teatro Universitario con la
Policía Municipal, alterar escrituras y hacer parecer que la UNL no es
competente para manejarlo; además se quiso criminalizar a las dirigencias que
llamaron a marchas pacíficas. Se puso infiltrados para que agredan al
Patrimonio y así la UNL pierda legitimidad; Cabe recordar que el Municipio le
negó restaurar a la Universidad en el 2014 la cubierta. Es decir, “para que me des el Teatro, hagamos como que
está mejor en mis manos… somos los “aliados” de este proceso revolucionario”.
Todo esto se fraguó entre dos viejos dinosaurios que debieran
desaparecer de una vez por todas de la política lojana: la dupla Castillo –
Villacís. Tienen juzgados y Contraloría, mientras el régimen ejecutivo parece
un fantasma que ruega por un poco de atención.
Pero no solo bastó con lo anotado, no: además, había que acallar al único poder que se opuso al capricho del Alcalde:
la Intervención de Tomás Sánchez. Alguien seguramente movió sus contactos y/o
aliados, influyó para que se caiga la Intervención; alguien quiso algunas
semanas para construir un mamotreto en un espacio patrimonial; alguien
necesitaba clases irregulares y un procurador en la UNL ciego y mudo: ¡qué importa la juventud y su formación!
Entonces, nada tenemos que esperar de la “gente de cultura”, pues se requiere de sangre en vez de horchata. Se requiere de un arte social, de una sensibilidad profunda, de una filosofía. Sin espíritu no hay arte, solo una técnica yerta que pende del hilo tenso de la indiferencia.
Existen grandes ejemplos en la actualidad que demuestran el valor profundo del arte comprometido con las causas humanas y sociales. Artistas lojan@s: hay mucho que aprender de Banksy...
Entonces, nada tenemos que esperar de la “gente de cultura”, pues se requiere de sangre en vez de horchata. Se requiere de un arte social, de una sensibilidad profunda, de una filosofía. Sin espíritu no hay arte, solo una técnica yerta que pende del hilo tenso de la indiferencia.
Existen grandes ejemplos en la actualidad que demuestran el valor profundo del arte comprometido con las causas humanas y sociales. Artistas lojan@s: hay mucho que aprender de Banksy...
Crítica arquitectónica a la construcción ilegal del Teatro Universitario |
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