lunes, 31 de octubre de 2016

El Costo del Festival que Loja no hubiese querido pagar

Hay dos temas del Festival de la Artes Loja 2016 que, a una cierta cantidad de gente, dejan con un sabor  amargo de boca,  de algo que en realidad debiera vivirse como una fiesta.

En esta ocasión los artistas, la “gente de cultura”, los gestores del teatro, por más sensibles que sean, no han usado su sensibilidad para entender qué precio hemos pagado en Loja para que el Festival “sea todo un éxito”, y casi seguro que, para “no quedar mal”, no dirán ni esta boca es mía. Así de cobarde es nuestra representación artística.

Lamentamos tener que ser los aguafiestas. Esas dirigencias juveniles, acostumbradas a sonreír e ir a las reuniones de jóvenes en Quito o dónde sea; esos liderazgos juveniles que quieren serlo a punta de hermosos discursos y siempre con una palabra ensalzadora para tenerte cerca; esas dirigencias que jamás se han atrevido a enfrentar a nadie por principios y derechos y que serán exactamente iguales a aquellos los mandos medios que hacen lo que sea con tal de mantener “su metro cuadrado”: esos nada dirán. Sea por miedo o por conveniencia: callán.

Dos cosas que tenemos que pagar:

a)    La muerte indiscriminada de fauna urbana, sobre todo de canes.
b)   La inestabilidad de la UNL para que se construya el Teatro en paz.

Nos vamos a referir brevemente al segundo, que es de nuestro dominio:

Esa misma  “gente de cultura” suele razonar: “mejor que construyan a que no construyan”. Parece lógico, pero no es de entendidos. El Teatro Universitario es un bien que forma parte del Patrimonio Cultural Nacional, y por tanto, su tratamiento es especial, técnico y científico. No se trata de grabar cualquier sonido, borronear cualquier cartulina, o aprenderse dos estrofas. Hay un peso político e histórico en el Patrimonio y por ende, hay una Ley de Patrimonio que ha sido totalmente VIOLADA.

Pero no solo bastó con ocupar el Teatro Universitario con la Policía Municipal, alterar escrituras y hacer parecer que la UNL no es competente para manejarlo; además se quiso criminalizar a las dirigencias que llamaron a marchas pacíficas. Se puso infiltrados para que agredan al Patrimonio y así la UNL pierda legitimidad; Cabe recordar que el Municipio le negó restaurar a la Universidad en el 2014 la cubierta. Es decir, “para que me des el Teatro, hagamos como que está mejor en mis manos… somos los “aliados” de este proceso revolucionario”.

Todo esto se fraguó entre dos viejos dinosaurios que debieran desaparecer de una vez por todas de la política lojana: la dupla Castillo – Villacís. Tienen juzgados y Contraloría, mientras el régimen ejecutivo parece un fantasma que ruega por un poco de atención.

Pero no solo bastó con lo anotado, no: además, había que acallar al único poder que se opuso al capricho del Alcalde: la Intervención de Tomás Sánchez. Alguien seguramente movió sus contactos y/o aliados, influyó para que se caiga la Intervención; alguien quiso algunas semanas para construir un mamotreto en un espacio patrimonial; alguien necesitaba clases irregulares y un procurador en la UNL ciego y mudo: ¡qué importa la juventud y su formación! 

Entonces, nada tenemos que esperar de la “gente de cultura”, pues se requiere de sangre en vez de horchata. Se requiere de un arte social, de una sensibilidad profunda, de una filosofía. Sin espíritu no hay arte, solo una técnica yerta que pende del hilo tenso de la indiferencia.

Existen grandes ejemplos en la actualidad que demuestran el valor profundo del arte comprometido con las causas humanas y sociales. Artistas lojan@s: hay mucho que aprender de Banksy...

Crítica arquitectónica a la construcción ilegal del Teatro Universitario